"LAS REPRESENTACIONES COLOMBIANAS"

Vivimos en una Colombia pluricultural, multirracial, en un país en el que a pesar del conflicto nos sentimos orgullosos de ser colombianos. Bien lo dice la canción “Soy colombiano”: “A mí deme un aguardiente un aguardiente de caña, de las cañas de mis valles y el anís de mis montañas. No me dé trago extranjero que es caro y no sabe bueno y porque yo quiero siempre lo de mi tierra primero. Ay que orgulloso me siento de haber nacido en mi pueblo”.

El paisa pujante y “verraco”, el costeño perezoso, la santandereana “malgeniada”, el vallecaucano salsero, el pastuso lento, victimas de los chistes paisas, y para no dejarlos pasar, los rolos no tan serviciales; características de alguna forma “vendidas” por la publicidad, las telenovelas, la música, los chistes.

El paisa pujante, culebrero, de la “s” marcada y exagerada, inteligente y aprovechado, amante del café en las mañanas y en toda hora del día; indispensable en telenovelas y realities, de acento que a muchos de los paisas nos hace pensar “que acento tan dramatizado”.

Y es que ya se puede hablar de un discurso colombiano, no hay persona en el mundo que no crea que todo vallecaucano, y para ser más especifica, todo caleño sepa bailar salsa con su Cali pachanguero, que no desayune almojábana, sin siquiera haber visitado el Valle o conocido un vallecaucano en su vida. Productos como el sombrero vueltiao, símbolo por excelencia de Colombia ante el mundo, la ruana, el carriel; refuerzan el sentido de pertenencia de los ciudadanos, productos utilizados por personajes extranjeros ilustres; infaltables al visitar nuestro país.

Los pastusos son los menos afortunados, referente a… cómo decirlo, los imaginarios. Son los lentos, los poco inteligentes, los tumbados por el paisa culebrero, los bobos de los chistes de paisas, caleños, rolos y hasta costeños, del país en general. Chistes que se han encargado de “caricaturizarlos” en las telenovelas, en las conversaciones en general.

Y que colombiano, alguna vez en su vida no dijo “que pereza Bogotá”, solo porque “esos rolos”, dueños del mundo, de medias nueves, onces y merienda, “algo” en jerga paisa; no te dan una dirección, no te brindan una sonrisa cálida. Características que no cabría decir que se ven en las telenovelas o realities pero sí como le he venido diciendo en el discurso colombiano.

Cómo olvidar los costeños, bullosos, parranderos, de sombreo vueltiao y acordeón, amantes del vallenato de Diomedes Díaz, La reina, La plata, la tiendecita; y del “oye, vamo a mamar ron”, perezosos y no tan trabajadores, mencionados en canciones del artista costeño y en telenovelas en que naturalmente salen en medio de la playa, en sus hamacas bebiendo cerveza, o indisponiendo a los rolos serios. Fue gracias al costeño que nació el dicho “no se a-burra que se le come un costeño”, dicho muy característico en Bogotá y Medellín.

Cabe decir que todo esto lo digo desde los imaginarios creados por nosotros, los colombianos, imaginarios alimentados por la televisión, las charlas de cafetería, la música, la publicidad.

0 comentarios:

Publicar un comentario